La gestión del presidente Uribe llegó a un punto en que no puede acabar el impuesto de guerra ni desmilitarizar las carreteras. Estos hechos serían prueba de su victoria sobre las FARC y la delincuencia, que se verían como cosas del pasado. Pero, la realidad es otra, la amenaza de la delincuencia no ha disminuido y se ha vuelto más sofisticada y latente que cuando Uribe recibió su mandato. Guardar la basura debajo del tapete no es eliminarla. Lo que Uribe le ordenó al ejército fue sostener en sus hombros el muro de contención de la represa. Las espectaculares victorias del presidente Uribe sobre las FARC solo han servido para que Estados Unidos economice dinero del Plan Colombia, y hoy el presidente Uribe salta matones para reunir dinero y recursos internacionales y echa pestes sobre las FARC, como si de verdad fueran hoy más peligrosas que en el 2002.

     Si Uribe volvió escombros a las FARC, las obligó a que cambiaran la vieja guardia de su dirección, les decomisó casi todos sus computadores, forzó la deserción y apresó millares de sus militantes y nunca negoció con ellas. Si eso era lo que se suponía que había que hacer y se cree que el presidente Uribe lo hizo de manera óptima, no se le puede exigir más al pobre hombre. Misión cumplida. Con habernos quitado el dolor de cabeza de las FARC y de la delincuencia ha hecho más que suficiente.

     Pero, la Seguridad Democrática parece decaer gradualmente y los que en algún momento fueron excelentes resultados ahora su motivación se va volviendo contraproducente. Por un lado el país vive una situación de alivio con respecto al 2002, pero por el otro, el rearme de las bandas ilegales provenientes de las AUC y la proliferación de la delincuencia en las principales ciudades se han vuelto inaguantables.

     También el presupuesto militar, los recursos logísticos y la capacidad de victoria del gobierno contra las FARC parecieran extenuados tras los siete años de lucha sin descanso de las fuerzas del orden colombianas. La “fatigada" Seguridad Democrática se halla hoy encallada en una guerra que no logra eliminar la peligrosidad de las FARC y que terminó a las faldas de Estados Unidos sin cuya participación esa guerra estaría perdida.

     Sin darnos cuenta, al haber facilitado esa presencia militar extranjera en Colombia se demostró la incapacidad de la Seguridad Democrática para eliminar por sí sola a un enemigo que hoy parece mucho más complejo de vencer que en el 2002. A esto se agrega la continuación del impuesto de guerra y el aumento de otros impuestos como una salida desesperada para reunir fondos y mantener a flote la guerra contra las FARC y el narcotráfico.

     La Seguridad Democrática cuyo objetivo principal es eliminar a las FARC, no sólo forma parte de la política nacional, también justifica su política exterior. La violación de la soberanía del Ecuador para bombardear el campamento de Reyes y la campaña diplomática colombiana contra el documental " FARC-EP, la insurgencia del siglo XXI" son solo dos ejemplos.

     La tan difundida posible guerra con Venezuela y el nuevo armamentismo colombiano responden más a una radicalización política alrededor de las FARC que a las urgencias en torno a las relaciones comerciales entre estos dos países hermanos. Colombia no puede aceptar que el presidente Chávez sienta simpatía por las FARC y el gobierno venezolano no puede aceptar que Colombia le imponga qué simpatías debe tener. Sobra advertir que el esfuerzo diplomático profesional es la mejor opción para superar el impase.

     Inusitadamente, la Seguridad Democrática ha puesto a las FARC frente a la probabilidad de obtener el estado de beligerancia. Las FARC pueden demostrar que desde el 2002 han disminuido sus secuestros, toma de poblaciones, sabotaje y acciones terroristas; como comprobación de esto sólo tienen que mostrar, paradójicamente, las estadísticas de la Seguridad Democrática.

     Para empeorar, la Seguridad Democrática no niega que el Polo- una organización política no armada al igual que el Partido liberal-, que Colombianos por la Paz, varias organizaciones sindicales y estudiantiles y ONGes a las que se acusa de servir a las FARC, sean de las FARC. Al no negarlo, la Seguridad Democrática está admitiendo la creciente influencia política de las FARC en la sociedad urbana de Colombia y mostrando que su poder va más allá de los asentamientos campesinos armados que las crearon y que su actividad terrorista se transformó en un pacifismo inspirador de organizaciones civiles. De ser cierta esta creciente influencia y triunfo político de las FARC se pondría en cuestión los resultados y hasta la propia existencia de la Seguridad Democrática.

     Un tercer gobierno del Dr. Uribe terminaría dejando al desnudo que por caminos inesperados la Seguridad Democrática se ha convertido en un elefante económico y que suavemente estamos volviendo al 2002 con los mismos problemas de la existencia y peligrosidad de las FARC, quedando los grandes triunfos de la Seguridad Democrática como costosas victorias militares y tangenciales victorias políticas de las FARC; como renovados oasis del mismo desierto.

     Dentro de la internacionalización queUribe le ha dado a las FARC se encuentra su proyecto de incluir a las FARC en los objetivos diplomáticos de Colombia. Hay que entender lo que ésto significa. La diplomacia actual es global. Hay una diferencia abismal entre la diplomacia internacional que se concentraba en la buena administración y representación de los intereses en el terreno internacional y la diplomacia global actual. Era posible entonces plantear una situación frente a Ghana y otra frente a Estados Unidos. Hoy la situación planteada debe satisfacer a ambos simultáneamente.

     La diplomacia global exige llamar a las cosas por su nombre. Las FARC-EP ya no son "las FARC". Cualquier cosa que se nombre como "las FARC" pertenece a un período histórico anterior a 1982. La Seguridad Democrática es la política del gobierno actual, tanto nacional como internacionalmente, y cualquier política que no sea ésta, pertenece a un período gubernamental anterior al 2002.

     Es lo mismo cómo cuando alguien quiera referirse al Dr. Álvaro Uribe Vélez como el hampón o el rey de la impunidad, pero en términos diplomáticos siempre tendrá que referirse a él como el Señor Presidente de la República de Colombia. La diplomacia requiere un comportamiento de respeto mutuo y un lenguaje sofisticado donde la jerga popular no tiene cabida.

     La globalización exige que los hechos se observen comparándolos con las situaciones y contextos globales y que, desde allí, se vean en su propia situación y contexto. Dentro del marco nacional las Farc-ep pueden ser los peores monstruos del mundo, pero en la arena global las acciones de las Farc-ep se miran comparándolas con las de organizaciones semejantes como podrían ser los Tigres de Tamil o la insurgencia sunita de Irak. Los Tigres de Tamil han tenido aviones y tanques y las FARC-ep, no.

     La insurgencia sunita desarrolla operaciones continuas donde el número de civiles muertos se cuentan por decenas. Estas acciones han sido diarias, semanales o mensuales. Para que las Farc-ep fueran consideradas monstruos desde el punto de vista global, tendrían que bombardear mercados y centros comerciales una vez al día, y en cada uno de esos bombardeos, matar al menos unas sesenta personas; de lo contrario, la monstruosidad de las FARC-ep, siempre estará por debajo de la insurgencia sunita o de la de los Tigres de Tamil, que tampoco están dentro de las mayores preocupaciones en el mundo actual.

     En la globalización los hechos en sí mismos se vuelven el centro de atención, y las interpretaciones de los hechos, que siempre son muchas, se abandonan a los grupos que las apoyen.

     Al Qaeda lidera el terrorismo global realizando operaciones que intenta expandir por todo el mundo y que incluye acciones como la destrucción de las torres gemelas de Nueva York con más de tres mil muertos. El gobierno colombiano tendría que mostrar acciones peores que esa en otros países para que las Farc-ep fueran temidas globalmente. Las muertes civiles infligidas por los Talibanes de Afganistán se cuentan por decenas, semanal o mensualmente.

     Convertir a los miembros del cuerpo diplomático en agentes de propaganda contra las Farc-ep, desde un punto de vista provinciano, parece una actividad que debió haberse iniciado años atrás, pero globalmente puede convertirse en el mejor escenario para una diplomacia de repunte para las Farc-ep. Si el gobierno no quiere caer en semejante error, debería entender de una vez por todas, que guiarse por el pensamiento o el sentimiento del ciudadano corriente en materias tan delicadas, no es la mejor guía para la Seguridad Democrática, ni para cambiar la ausente diplomacia global del gobierno colombiano.

     Dentro de Colombia, para el campesinado las FARC nacieron en el campo y sus objetivos están en el campo, luchado hombro a hombro con ellos y por eso su resentimiento contra las FARC no se iguala al que el campesinado siente por los terratenientes y los paramilitares quienes masacraron a sus familias para quitarles sus tierras. Estos resentimientos son la base de la guerra civil que desde hace casi medio siglo se vive en muchas regiones del campo.

     Cada guerra es diferente, pero hay un denominador común en guerras irregulares y de subversión y es la convicción y furor de luchar por lo propio. Hay una relación íntima entre tierra y el campesino por ejemplo. La tierra es parte de su vida en muchos respectos, no solamente en el de la fuente de su sustento. No hay nada más potencialmente victorioso que un campesino sin su tierra. Y de estos campesinos hay cosechas enteras en Colombia..

     El genocidio contra el campesinado, la provocación de guerras intestinas y su asimilación urbana no cambia sus raíces. Tarde o temprano esas raíces gritarán su existencia. Tampoco importa la ideología que los auxilie puede ser el marxismo-leninismo o el fundamentalismo mahometano, realmente lo que importa es la recuperación y la posesión de la tierra que por generaciones les ha sido negada a pesar de que les haya pertenecido y que sus vínculos con ella continúen latentes o vivos.

     Las guerrillas pueden reducirse a diez miembros, pero esos miembros cargan con toda la organización y sus acciones se hacen menos detectables y por ende más peligrosas; es más fácil encontrar mil agujas en un pajar que una. En días los Estados Unidos destruyeron el ejército Talibán, como también Fujimori hizo lo suyo con Sendero Luminoso, pero hoy necesitan millares de refuerzos nacionales e internacionales para confrontar el pequeño talibanismo insurreccional. Y Sendero Luminoso continúa y continuará sus operaciones independiente de que haya existido Fujimoro o no.

     Esto no es popular en Colombia, pero el no serlo no significa que su fundamento no tenga valor. El Caguán pertenece a otra época y los errores fueron de parte y parte. Es más productivo y beneficioso para Colombia negociar con las FARC ahora cuando se puede salvar el mayor número de vidas de lado y lado, que esperar a hacerlo cuando los costos, las pérdidas, el peligro y su detención sean inaguantables.

José María Rodríguez González